Hoy Viernes, fue un día especial para mi.
En mi trabajo como en la vida, uno va pensando en sus actividades, en sus responsabilidades, en la rutina diaria, con total naturalidad recorre los lugares en los cuales suele amigarse o stressarse a través de la gente que lo rodea.
Los viernes son para mi momentos de relax, el último día de la semana, buena o mala, el último día.
Así que voy relajado, preparándome para descansar, e invitando a mi cuerpo y a mis emociones a tomar descanso, voy fluyendo lentamente y me distiendo como quien se sienta a ver el mar.
Llego a casa y me recibe la paz que a veces se viste de soledad tan solo para movilizarme un poco y para recordarme que hay todo un mundo afuera esperándome.
Nunca salgo, pero esta noche decidí invitarme a cenar.
Me vestí elegantemente, tomé mi auto y marché sin rumbo para una zona de restaurantes muy distinguidos.
Entré al mas caro, tomé una mesa y me dispuse a disfrutar de mi cena. Solo.
Fue difícil ver el lugar lleno de parejas entre arrumacos y miradas amorosas... resistir la tentación del buen vino y no caer en alguna que otra bellisima señorita insinuantemente dispuesta a intercambiar placer por dinero...
Los lugares así me recuerdan momentos de mi vida que además de conservarse intactos en mi memoria, vuelven nítidos regalándome la facilidad de transmitirlos para que ustedes puedan imaginarlos.
En un lugar como este, hace diez años aproximadamente, la mujer de mis pesadillas, se regalaba a mis ojos, radiante y me derretía entre sus mimos, sonrisas y miradas prometedoras.
En ese momento ella era mi amor, la única con la que quería estar, y yo era para ella: todo.
En momentos así jamás recordábamos el pasado nefasto y tampoco imaginábamos el futuro alejados, el tiempo solo transcurría como en una burbuja atemporal, en donde ambos sonreíamos y nos jurábamos un amor por siempre.
Ella que se me dibujaba como un ángel, me hacía sentir el hombre mas bueno y mas fuerte.
Y yo que tan solo era un hombre enamorado, la enaltecía como una diosa y la valoraba como a nadie.
Así inmerso en mis pensamientos, que como siempre suelen transportarme al pasado, la vi.
Giré sobre mi hombro para ver al mozo y ahí estaba, en la barra de aquel lugar, impactantemente bella, casi tímida pasando desapercibida ante los ojos de los clientes.
Yo la vi y no me importó nada que ella esté trabajando ahí como mesera.
Al fin de cuentas yo era un tipo de barrio jugando al señor importante, tal vez adinerado, en un lugar al cual no pertenecía. Pero ella obviamente no lo sabía.
Prohibido estrictamente hablar con los clientes y menos mirarlos o insinuarles sonrisa alguna.
Lo elemental referido al menú, y el resto, nada.
Se acercó a mi mesa, y aunque la recibí con una sonrisa, se mostró inmutablemente seria y correcta. Yo era el cliente, y de mi dependía su empleo. Acaso estaba mal sonreirme? estaba prohibido?
Ay sus ojos... que maravillas. Entre grises y azules, con largas pestañas naturalmente maquilladas, labios carnosos y brillantes, su piel que se advertía suave sin tocarla, y su pelo... brilloso. Que no daría por soltar su pelo y verla sonreir...
Pero ella pasaba inadvertida para los hombres que estaban acompañados por mujeres bellisimamente caras y lujosas, tal vez de alguna estirpe social, de apellidos importantes... ella era solo una mesera y por lo tanto: invisible en aquel lugar.
Teniéndola cerca mio pude advertir que sus manos eran dueñas de unos dedos finos y largos, que no había sortijas de compromiso al menos visibles y que sus piernas dejaban entrever debajo de su falda una lascivia oculta que solo las reinas aparentan.
Delicada, no tenia nada que envidiarles a las demás mujeres de lugar, que aunque enfundadas en vestimentas lujosas, no opacaban su belleza inadvertida por los que solo ven lo material.
La miré durante toda mi permanencia en el restaurante, la disfruté y pude imaginarla en varias situaciones cotidianas, la noté cercana, similar a mi, aunque ella seguramente me colocó de inmediato en la misma bolsa en donde van los hombres que frecuentan esos lugares.
Quería gritarle que yo no soy así, que fui a cenar ahí solo por capricho, que en realidad estoy mas cómodo en Mc Donald, y que con gusto perseguiría sus ojos el resto de mis días...
El lugar se iba completando, yo terminaba mi cena, comenzaba a llegar mucha gente y debido a mi agorafobia sentí la necesidad de irme. La cena había terminado, pero lo mas delicioso sin dudas fue ella.
Pagué la cuenta, fui en busca de mi auto y mientras me lo traían, se acercó un niño vendiendo flores. Como un duende, llegó de la nada, en medio de la noche, con una canasta de flores y me las ofreció. Tomé mi auto, doscientos pesos y compré la canasta completa. No puedo explicarles la mirada del niño cuando le compré todo. Deposité la canasta en la puerta del restaurant y le dije al personal de seguridad que se la entregasen a ella.
Ni siquiera supe su nombre aunque si comprendí de inmediato que su belleza y su humildad eran merecedora de esas flores y todas las flores de la naturaleza. Anoté mi teléfono en una tarjeta personal y la adjunté a los ramos de flores, pensando que jamás ella la encontraría.
Luego de regreso, imaginaba su cara sorprendida y feliz por el regalo casi anónimo.
Supuse que tal vez no era el primero, y que quizá en algún momento alguno de esos caballeros se bajó de su status social para advertirla, para disfrutar su belleza y su majestuosa educación y humildad. Pero también imaginé que se lo manifestarían con propinas en dinero. Porque ella trabajaba para ellos, y ellos eran de otro nivel social.
Llegue a medianoche a mi casa, tomé mi ropa limpia, me metí en el yacuzzi para relajarme y ahí quedé suspendido casi durmiéndome entre la música suave y la quietud de la noche.
Solo la luz de la calle penetraba mi ventana, y la luna que se asomaba se mecía sobre mi que solo intentaba distenderme hasta los poros.
Un bip! me puso en alerta, pero lo dejé pasar. Era mi celular, ya lo vería luego.
Al rato, ya relajado por el baño, me hundí entre mis sábanas suaves y me dispuse a dormirme.
Pero antes, estiré mi brazo desnudo y tomé el celular.
Cuando vi el display sonreí al leer un mensaje :
Me llamo Juliana,
gracias por las flores.
Hasta pronto.